Mi Padrón, aquél viejo pueblecito del ayer, tuvo muchas cosas encantadoras. Una de ellas fue un pequeño taller de costura en la calle Herreros. Antes fue taller de carpintería de Gerardo Vidal, que era su propietario, quien se lo arrendó a Manolo El Púa, sastre de profesión, que sería de los de «a la vieja usanza»? Del pequeño habitáculo saldrían trajes de caballero para su estreno en muchas Pascuas padronesas de antaño, y también se le darían la vuelta a otros muchos trajes usados, los que servirían como aprovechamiento de hermanos mayores para otros más pequeños, tal como fue en el caso nuestro. De muy temprana edad, los niños jugamos siempre en esa plaza, la que lindaba con el legendario taller de Manolo, y este «costilletiña», se asomaba con frecuencia a aquella ventanita. Allí dentro, medio encorvados, veía yo siempre en su habitual asiento a cada uno de los que formaban el plantel de sastres de El Púa: Estaban:Arturo El Ollán; a su lado el bueno de Valentín, el de Pazos; a su izquierda Ramón Rúa, Ramón el de Sabiñánigo para toda mi familia; al lado de Ramón estaba situada, en el fondo del taller, la mesa donde el empresario Manolo tomaba las medidas y planchaba siempre; al lado de Manolo, el entrañable pequeño gran hombre Marcelino y, a su lado, estuvo durante algún tiempo mi querido hermano Carlos, aprendiendo a mover y manejar las finas agujas. ¡Qué entrañable era aquel taller de costura? Manolo El Púa lo cerró un día y para siempre y, con el tiempo, el recordado Lino, empleado del almacén de vinos de la Fuente, yerno del propietario, instalaría allí una taberna, la que sería durante muchos años centro de reunión de todo Padrón. Después, fallecido Lino, pasó a ocupar el local otra taberna más modernizada con el nombre de As tres Portas. Al cerrar el taller de El Púa, Ramón se fue para Sabiñánigo y conoció, allá por el Pirineo, a una adorable mañica llamada Aurita, con la que se casó; de sastre que fue durante un tiempo, pasó a regentar como empresario de éxito un importante comercio de calzado. Sus visitas a Padrón pasaban por ir a ver a su amigo Nardo y a su señora; frecuentar con Paco López y familia; ir la Isla de La Toja ; visitar a mi madre, entrañando una gran amistad con mi familia, amistad, la que hoy le hace doler con más herida su fallecimiento a ella, y todos nosotros sus hijos, y a todos los padroneses creo, los que le habrán tratado y habrán disfrutado de su sana compañía, de su generosidad, de su cariño, de su amable disposición siempre. A mí, Ramón, el de Sabiñánigo, me separaba de su habitual grupo cuando venía y me llevaba invitado, siempre caminando, a tomar los callos a Iria, a Espetún? Un día, se llevó a mi hermano Carlos para Sabiñánigo, previamente le había presentado en Padrón a la que hoy es su encantadora esposa, Maribel. Tenía amor, cariño y atenciones para con todo el mundo. Fue un gran ser humano y Dios le tendrá, de seguro, muy, muy a su bendito lado? Agradezco, que se me haya permitido escribir estas líneas en honor a su memoria, creo que se merecía un homenaje?
Fernando Castaño, sexto hijo de la señora Rosa (Madrid)
TIERRAS DE SANTIAGO, 09/03/10