Las últimas tazas del Bandín de Padrón. Hoy cierra sus puertas.
La histórica taberna-bodega de la calle Rosalía regentada por Manuel Martínez cerrará hoy sus puertas «hasta nuevo aviso» ·· De los toneles de la trastienda de este mítico establecimiento salieron durante los últimos cuarenta años miles de litros de vino para las mesas de los padroneses.
Con la primera campanada del Año Nuevo, Padrón habrá perdido uno de los últimos exponentes de taberna-bodega a la antigua usanza. Se trata del Bandín, regentado desde los años sesenta en la calle Rosalía de Castro, por el padronés Manuel Martínez Bandín. La taberna, que no está señalizada con ningún letrero pero que sabe ubicar cualquier padronés (tanto de avanzada edad como joven), surtió de caldos a cientos de mesas y fue refugio de parroquianos.
Los incondicionales de este establecimiento irán hoy, por última vez, al menos «hasta nuevo aviso», a tomarse la última taza; porque en Bandín, las cuncas de porcelana blanca, llenas a bocajarro bajo el grifo del tonel, no perdieron protagonismo.
Hay algo entrañable en el Bandín, un local impregnado de historias cotidianas y vetustas aspiraciones. Cada parroquiano tiene su tiempo y su espacio. Y los hay que trascienden, con la confianza que le ha otorgado los años, la vetusta barra de madera que sigue intacta, pese a las muesca de viejas señales de contertulios, para llegar a la trastienda y aspirar el olor añejo del caldo de Baco de entre las decenas de barriles.
Las telerañas se han ido asentado y ganando a pulso su hueco gracias a la función de espantamosquitos que han desempeñado. «Mi padre las tiene contadas una a una y no quiere que se les toque. Forman parte del bodegón», señala Manuel Martínez Calvo, hijo del fundador, quien en los últimos días se ha hecho cargo del negocio familiar al estar de vacaciones, ante la imposibilidad de su progenitor. Manuel Martínez, padre, se despedirá de su clientela con la última vuelta de llave, y lo hace con pesar. Pero la enfermedad que le aqueja le impide estar al frente del negocio. A sus 86 años sigue viviendo por y para el vino. «Esta ha sido toda su vida. Ahora tiene que coger vacaciones forzosas. Es la segunda vez en su vida; la primera, para hacer la mili».
Trato exquisito, amabilidad y una cordial sonrisa que invitaba a habituales y foráneos a adentrarse en uno de los reductos que se rebela contra una legislación que criminaliza el vino y pone trabas al disfrute de una buena taza eran los distintivos del establecimiento Bandín, además de mantenerse invariable durante más de cuatro décadas.
Un suma y sigueLa tradición tiene nombre propio
Martínez Bandín logró transmitir a sus descendientes el amor por los caldos. Su hijo Manuel, capitán mercante de profesión, incluso se ha arriesgado a cosechar su propio vino. De hecho, en la trastienda del bodegón Bandín hay dos de sus botellas, con el sello de Capitán Martínez y un lírico lema impreso en su etiqueta: Este viño busca os beizos coma un bico.
Para Manuel padre el vino es como un niño al que hay que cuidar y minar, acunar y arrullar, y degustar cada cada sorbo. Su mentalidad hacía que sirviera los caldos con el cariño de alguien que ofrece lo mejor de su casa a sus amigos.
Ahora, con el cierre de este ya mítico establecimiento, Padrón pierde un poco de su intrahistoria.
El cierre del negocio fue consensuado y la fecha del 31 con el cierre del año era la idónea para despedir, temporalmente, según indican, de toda una vida. «Es una hasta luego, porque él aspira a recuperarse y a volver a ocupar su puesto detrás de la barra». Los parroquianos estarán atentos.
EL CORREO GALLEGO, 31/12/07
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