La huella pictórica de un padronés.
El pintor padronés José Manuel Cajaraville Fontán posa ante tres de los veintisiete cuadros de la muestra
El pasado año, José Manuel Cajaraville Fontán, salía del anonimato íntimo y daba a conocer en solitario su obra en el Liceo de Betanzos. Hasta entonces sus producción sólo formó parte de exposiciones colectivas, como la del Santiaguiño do Monte. Se estrenaba en solitario con cierta timidez y mucha humildad, la que siempre caracterizó a este singular pintor hijo del Sar. Pero sus obras causaron honda admiración, ya que plasmaba en ellas el alma de aquello que retrataba, a través de la paleta, como si de un experto profesional del mundo de la fotografía se tratase. Un alma y una técnica, la suya, intrínseca y personal, que podrá verse también (hasta el próximo día 19, de 19.00 a 21.00 horas) en el auditorio de su villa natal, Padrón, donde, también por primera vez, se (re)estrena. La exposición recoge 27 cuadros pintados al óleo, técnica con la que Cajaraville se siente muy cómodo.
BIOGRAFÍA. Un autodidacta que encontró su musa en una caja de lápices
Cajaraville es un pintor autodidacta, formado a base de experimentar y de observar. Su pasión nació cuando le regalaron una caja de lápices de colores. «Me la regaló siendo yo muy niño una señora cordobesa, madre de un niño que estudiaba en el antiguo colegio de los huérfanos del Ejército. Aquellos lápices me parecieron un mundo, pero pronto se me quedaron pequeños».
Sus limitaciones físicas (lleva pegado a una silla de ruedas casi desde que nació) no le han impedido superarse como persona y como artista. «Nunca dibujé con líneas perfectas, porque no tuve ni tengo un pulso perfecto, pero he intentado arrancarle a cada cuadro alma y espíritu».
TIERRAS DE SANTIAGO, 14/04/09
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