Un escenario llamado Pontevedra.
Artistas de varias disciplinas toman las calles de la ciudad este verano.
El verano trae sol, calor y ambiente a Pontevedra. Y con ello, una multitud de artistas callejeros que hacen de las calles su sescenario, su sala de exposiciones o su pista de baile. Todo vale en una ciudad donde no existen restricciones a todo aquel que quiera exponer sus habilidades en el medio urbano. Sin embargo, detrás de la expectación que genera cada pieza musical, lienzo o paso de baile se oculta una cara más amarga: «A la mayoría no nos gusta trabajar en la calle», afirma Gabriel. Este rumano lleva quince años viviendo en Pontecesures, pero cuando puede se acerca a la praza de Curros Enríquez para deleitar con su violín al público sentado en las terrazas de la zona. A la gente le gusta su música y lo recompensa con dinero, pero poder comer y mantener una familia exige muchos más esfuerzos. «Esto es una lotería, hay días en los que te sacas treinta euros y otros en los que no llegas ni al cinco, que no da ni para cubrir los gastos de venir hasta aquí», asegura el músico con resignación.
Día tras día, artistas de varias disciplinas se instalan en diferentes recovecos de las plazas de la ciudad. Es su hábitat, una ley no escrita hace que ese rincón sea su lugar, donde en la mayoría de los casos ganan lo justo para vivir y en otros tantos, ni eso. «O que gañas con isto é simbólico, principalmente para repoñer materiais», afirma el pintor Serxio Suárez. El artista pasa los veranos en la praza de A Peregrina, al lado de la estatua de Ravachol, exponiendo sus lienzos. Representaciones de la ciudad con toques de fantasía. El resto del tiempo ofrece una muestra de sus lienzos en Santiago. La afluencia de peregrinos en la ciudad del apóstol hace que se concentre un mayor número de posibles clientes. Aunque para él, Pontevedra tiene unas características que la hacen especial para el que se dedica a la pintura: «A temperatura é estupenda e a luz abondosa. Estás en contacto coa xente pero non é unha multitude como para non deixarte traballar».
En lo que todos coinciden es en que Pontevedra es una ciudad que respeta más la labor del artista de calle. Se sienten valorados por el público y ese es, en muchas ocasiones, el gran consuelo que se llevan. Además, agradecen que la ciudad deje libre albedrío al artista para que encandile al público en sus calles. «He tocado en ciudades como Vigo, A Coruña e incluso en orquestas y en Pontevedra tu trabajo es mucho más reconocido. La gente aquí sabe reconocer cuando alguien lleva trabajando años», dice Gabriel con orgullo. Unas tablas y un público que demuestran estar entregados al arte.
La Voz de Galicia
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