Anguila del Ulla.
A orillas del río Valga, en realidad, el pescado estaba ya vendido desde el sábado. Fue entonces cuando la vigésimo quinta edición de la Festa da Anguía despachó el grueso de las raciones, en sus dos recetas más célebres, frita o empanada, aunque Cunqueiro recomendaba una salsa verde, en caso de tratarse de ejemplares de buen tamaño, y recordaba la tradición de conservarlas ahumadas, colgadas de cestas de mimbre sobre la lareira. Que la anguila da bastante más de sí lo demuestra la segunda ruta de tapas que, organizada por el Concello, reunió a 16 establecimientos en la pugna por los tres mandiles a concurso.
Ganó la Anguía á mariñeira del bar Alba, seguida por la Muiñeira do areal, de la cafetería del auditorio y por la Anguía ao estilo pontellón, del bar del mismo nombre. Mandiles de oro, plata y bronce. Para redondear la degustación, sin por ello perder la cabeza, nunca biene mal un tróspiro de caña del Ulla, cuyos aguardientes encontraba el maestro de Mondoñedo «finos e soaves». Antonio Santiago, Francisco Taibo, Fermín Rodríguez y Antonio Castaño, distinguidos por su contribución a la fiesta, conocen a la perfección el antiguo arte de la destilación en alambique.
Con el pescado más o menos vendido, decíamos, los últimos compases de la celebración se consagraron al mercado pirata, la comida popular que reunió a dos centenares de personas bajo las carpas, a ese ánimo medievalizante que tanto abunda últimamente en cualquier festejo y ha despertado un inusitado interés por la cetrería y disciplinas como el tiro con arco, y un amplio surtido de elaboraciones artesanales, que comienza por las gominolas de calimocho, gintónic o vodka con naranja, y terminan por los licores de mojito.
La Voz de Galicia
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