Cerámica Celta, la aventura cesureña en la que se enrolaron los grandes talentos artísticos de Galicia.

Publicado por Redacción en

Castelao fue una de las muchas figuras que colaboraron en un proyecto que pretendía contribuir a sentar las bases de una iconografía gallega; ayer se ahondó en la historia de aquel proyecto que cumple cien años, como el Concello de Pontecesures

Cien años atrás, mientras se fraguaba su nacimiento como Concello independiente, Pontecesures era una localidad vibrante. Tenía puerto, tenía tren y tenía, también, una burguesía culta e inquieta, dispuesta siempre a apostar por el progreso. Aquella efervescencia intelectual, cultural e industrial se tradujo en la celebración de la primera feria del automóvil de ocasión, en el nacimiento de sociedades o en la creación de la que Borobó llamaría la «universidad artística de Galicia», la Cerámica Celta. De esta empresa vanguardista se habló ayer en Pontecesures, en la primera tertulia organizada por el Concello para celebrar el centenario de la independencia municipal.

La Cerámica Celta nació como Cerámica Artística en la mente de Eugenio Escuredo, un emprendedor incansable que, poco tiempo después de haber hecho realidad el proyecto, decidió abandonarlo para irse a comerciar con maderas exóticas. Comentó sus planes, como solía hacerlo, en la tertulia de Casa Castaño, donde se reunía con sus amigos: el médico, otros industriales e intelectuales de la localidad… Todos, «personas que nunca se cansaban de plantear ideas y proyectos», según relata Fina Diéguez. Ella es la nieta de Ramón Diéguez, el hombre que iba a tomar el relevo de aquel proyecto artístico que pasaría a ser rebautizado como Cerámica Celta.

«Se llama Cerámica Celta por lo mismo que el Celta de Vigo se llama así, o la ‘tortilla celta’ de Casa Castaño. En las primeras décadas del siglo XX había una inquietud, una afán por la reconstrucción de la identidad de Galicia, un sentimiento de pertenencia a la nación celta, y por eso se eligió ese nombre», explica Fina Diéguez. Relata que su abuelo era un hombre formado, que empezó Farmacia y Químicas, pero que después se fue aprender cómo funcionaban las fábricas de cerámica por España adelante. «Cuando volvió aquí montó los hornos de las Caleras del Ulla; también era fabricante de la piedra Pote [una piedra que no podía faltar en ninguna casa, ya que se usaba para limpiar las cocinas de hierro] y llegó a crear en Catoira una fábrica de tubos de gres», señala su nieta.

Diéguez era un empresario inquieto, está claro. Y también comprometido. «O máis interesante deste home é que empezou a facer en cerámica iconografía galega. Todas as nacións teñen a súa iconografía propia, o seu propio código visual», explica el presidente de la Fundación CastelaoMiguel Anxo Seixas Seoane. Para ello contó con la ayuda de los grandes artistas de su tiempo —Castelao, Asorey, Bonome, Maside, Sobrino, Torres…— que supieron ver en aquella aventura cesureña una oportunidad de divulgar su trabajo, su obra, su forma de ver Galicia.

«Las colaboraciones de todos aquellos artistas eran completamente altruistas, desinteresadas. Sabemos que Asorey decía que se sentía pagado por la trascendencia que cogió en barro su obra O Tesouro, porque así entró en muchísimos hogares», recuerda Fina Diéguez. Y la divulgación, la difusión de la cultura, la democratización de la belleza y del arte eran denominadores comunes a todos aquellos creadores que en muchos casos «llegaban en el tren de Santiago, iban a la cerámica, paraban después en la tertulia de Castaño y de vuelta al tren», señala Fina Diéguez.

Aquel proyecto era «un experimento». «Tenía una base industrial y artística, pero funcionaba por afinidades y relaciones de amistad… Alguien tenía un boceto y decían, ‘vamos a pasarlo a bulto redondo’. Era otro tiempo, otra vida que hoy parece impensable. Yo creo también que este proyecto era como un juguete para todos; ninguno vivía de esto, a mi abuelo de hecho le costaba dinero la Cerámica Celta. Podía mantenerla porque tenía la cal, la piedra Pote y el gres», contaba la representante de la Fundación Herederos de Ramón Diéguez.

Castelao llegó a la que iba a ser bautizada como universidad artística de Galicia de mano de Víctor García, el médico de Pontecesures. Habían coincidido estudiando Medicina y, sobre la sensibilidad artística que ambos poseían, fue creciendo su amistad. García iba a ser otro de los colaboradores de la Cerámica Celta, sobre todo en aquellos primeros años luminosos y dinámicos, que se vieron interrumpidos, como todo en este país, por el golpe de estado de 1936 y la Guerra Civil. Fueron años de sangre y fuego tras los cuales arrancó una «longa noite de pedra». «La Cerámica Celta seguía trabajando, pero en la posguerra no estaban las familias para comprar cerámica… Había que comer, vestir y salir adelante», explica Fina Diéguez. Las ventas bajaron y su propietario también tuvo que mantener un perfil bajo: quienes habían protagonizado las tertulias de Casa Castaño, quienes habían mantenido una relación entusiasta con figuras como Castelao, se vieron obligados a ser discretos, a hacerse casi invisibles para sortear la feroz represión.

«Mi abuelo podría haberse ido. Pero cómo se iba a ir… Qué iba a ser de toda la gente que trabajaba en sus empresas», razona Fina. Ella, en su intervención de anoche, quiso recordar a todas aquellas personas que trabajaron en la factoría. «Manos muy hábiles que trabajaron en la cerámica y que fueron tan importantes como los autores gallegos». Se refiere a torneros, a moldeadores, decoradores… En esa nómina de recuerdos no podían faltar Antonio Fabeiro, Pepe Llerena, Carlos Bóveda, José Jamardo, Concha Vázquez, Oria Moreno…

Artistas y artesanos, convocados alrededor de la figura de Ramón Diéguez, dieron forma a una cerámica vidriada y en cuya decoración se utilizan unos colores muy característicos que llenan diseños que en algunos casos tenían el sello de Castelao, como la abstracción que el de Rianxo hizo del manteo gallego, o de la flor de la camelia…

La Cerámica Celta atraviesa en los últimos años una nueva etapa. Los herederos de Ramón Diéguez han restaurado la nave de la cerámica, han adaptado las paletas de colores, han catalogado los moldes originales, han hecho otros nuevos con nuevos materiales, han recopilado piezas e historias, y se han dedicado a la divulgación cultural para evitar que el pasado caiga en un olvido del que no pueda volver. 

El acto celebrado ayer en la biblioteca de Pontecesures, y en el que además de Fina Diéguez y de Miguel Anxo Seixas participaron también Alejandro Palicio y Elena Vidal, contribuye también a traer al presente la historia de uno de los proyectos artísticos y culturales más originales desarrollados en Galicia y que cumple, como Pontecesures, cien años.

La Voz de Galicia


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