Resultado del tesón de la madre de Crístofer Serantes, vecino de Dodro, herido en un accidente en Pontecesures el 17 de febrero de 2006.
El tesón, pero sobre todo ese sexto sentido tan desarrollado de las madres ha doblegado el criterio de la ciencia, a la compañía de seguros y todo lo que se ponga por delante. Hace dos años, los médicos del Clínico de Santiago no daban un céntimo por la vida de Crístofer Serantes Ordóñez, de 17 años, tras haber sufrido un grave accidente de tráfico con su ciclomotor. De hecho por tres veces, pidieron autorización a la familia para desconectarlo y evitar que su vida fuera la de un vegetal. Los padres Cesáreo y Marina se negaron en redondo.
Crístofer, gracias a su madre, se repuso. Tiene graves secuelas pero ya es casi autosuficiente, aunque permanece ingresado en el Centro de Dependencia de Bergondo toda la semana, menos sábados, domingos y vacaciones. «Camina solo, se da cuenta de lo que hicimos por él, utiliza el teléfono movil y reaprendió a leer y escribir», dice orgullosa Marina Ordóñez, consciente de las tareas que aún le quedan tras haber perdido gran parte de la masa encefálica.
La madre nunca se rindió y apostó una vez más por la vida de su hijo y consiguió insuflársela de nuevo. Su tenacidad ha permitido vencer el criterio profesional de un equipo médico que incluso llegó a desconectar al joven y a retirarle la medicación, porque decían, «era lo mejor».
El 17 de febrero de 2006 Crístofer Serantes rebasó en Pontecesures a un turismo en marcha que de forma inesperada dio un giro a la izquierda para acceder al garaje de su casa. El joven recibió un golpe tan grave que fue trasladado sin consciencia al Clínico de Santiago donde fue intervenido a vida o muerte del traumatismo craneoencefálico que sufrió en la carretera.
«Cumplidas las trece horas de la operación, Cris (diminutivo familiar) tuvo una recaída, pues sufrió un derrame cerebral».
«Los médicos nos dijeron que las posibilidades de una nueva operación eran mínimas y que se iba quedar en estado vegetal si lo interveníamos». Pese a este duro y casi irreversible pronóstico, los padres decidieron que entrara en el quirófano y «le sacaron dos hematomas». Concluída la operación, los médicos explicaron a los padres que al joven sólo le quedaba el 10% de la masa encefálica.
Luego la situación se complicó ya que Crístofer sufrió otro derrame y como pasadas varias semanas no hubo evolución, los médicos decidieron trasladar al paciente de la UCI a planta. El Joven había empeorado debido a un proceso febril por una infección sanguínea.
En esos momentos es cuando los médicos retiran los tubos y la medicación del chico, porque decían que no había nada que hacer. Marina Ord´joñez no se arredró y «pedí hielo par a bajar la fiebre y gran cantidad de gasas». Milagrosamente, a los cinco días, la temperatura bajó hasta niveles normales.
A partir de aquí las evoluciones eran lentas pero constantes pues los médicos volvieron a administrar el tratamiento adecuado. A los dos meses fue posible «reimplantarle el cráneo aunque las células estaban muertas».
Tras ello, «abrió el ojo izquierdo». Días después comenzaba a tener «reflejos» e incluso llegó a reconocer a su madre, la música hip-hop que le entusiamaba y el reggeaton que aborrecía y reconocía el teléfono móvil.
Los médicos, afirma la madre, «no creían que tuviese esos estímulos, que luego pudieron comprobar». A partir de ese momento, Marina empezó a tener la confianza del hospital y dos meses después del accidente consiguió el alta yéndose y se fue para su casa.
«He tenido que enseñarle todo desde el principio. Incluso a leer y escribir, a ver los dibujos animados, a comer, a ducharse solo, a vestirse…». La madre incluso le enseñó a caminar pero antes tuvo que llevarlo a cuestas para subir y bajar las escaleras de su domicilio.
El sacrificio valió la pena. El joven sigue mejorando de las secuelas y está muy agradecida al letrado vilagarciano Ramón Montenegro que acaba de conseguir, sin llegar a juicio, que la aseguradora Allianz indemnizase al joven con 614.000 euros.
La madre sabe que ahora garantiza el futuro de su hijo discapacitado, pero que a la vez podrá sufragar gastos como una posible intervención oftalmológica «con la que podrá recuperar la vista que ha perdido».
Los hechos ocurrieron a las 20:30 horas del 17 de febrero de 2006 en Pontecesures cuando el joven trataba de rebasar a un vehículo que inesperadamente dio un giro a la izquierda para acceder a su garaje, obviando la línea contínua de la calzada. El joven ciclomotorista colisionó contra la parte lateral del vehículo según el atestado de la Guardia Civil y ambos vehículos circulaban dentro de los márgenes de velocidad permitidos en el lugar del siniestro. Pese a que Crístofer llevaba casco los daños cerebrales fueron los relatados.
FARO DE VIGO, 29/06/08