«Paz y bien», es el mensaje que siempre transmite el viejo y entrañable Isorna.
El padre Isorna le da gracias a Dios por su salud y por su cabeza; acaba de publicar un libro sobre Sebastián de Aparicio; y dice que solo el amor crea felicidad
El 29 de mayo cumplirá noventa años. José Isorna Ferreirós (Cordeiro, Valga, 1921), el Padre Isorna, es un hombre querido incluso por los que dudan de Dios. Escucharlo reconforta el espíritu. En los medios de comunicación de Santiago añoramos sus visitas repartiendo Conguitos por las redacciones. Pero sigue ahí.
-Acaba de presentar, junto con Gumersindo Meiriño, un libro sobre Sebastián de Aparicio con el título «De empresario a santo». El título habla por sí solo…
-Sebastián de Aparicio nació en A Gudiña y emigró a México. Primero trabajó como un obrero más y montó nada menos que una empresa de carruajes. Podemos decir que la rueda fue llevada por él a México para crear una cultura nueva. Al ver a los indios cargados con tanto peso, quiso acabar con esa situación. En Puebla es el patrón de los transportistas, como San Cristóbal aquí. Se hizo rico, tenía una mente de emprendedor.
-A su edad, padre Isorna, ¿Le sigue apeteciendo escribir? ¿No le tienta retirarse y descansar?
-Teniendo salud no. Y, gracias a Dios, salud siempre tuve mucha, y también trabajé mucho, mucho, mucho. Ahora ya me canso, no de cabeza, sino de la lumbalgia. Ya no puedo andar con la prisa de antes. Al fin y al cabo, he viajado mucho. Solo me falta por pisar, de los cinco continentes que el mundo tiene, Oceanía [sonríe].
-Todo es subirse al avión…
-Sí, claro. Rusia no la toqué, ni tampoco el telón de acero. Pero conozco toda Alemania, Austria, Suiza, estuve en toda Italia, el país del arte, un sitio donde se aprende mucho. El que sepa leer en los monumentos, la historia, se siente rico. En Santiago llevo muchos años, he sido profesor de Oratoria Sagrada y he predicado en toda España, en misiones populares, en Barcelona, en Ferrol, en Ourense… Y con salud.
-Siempre ha mantenido una relación especial con los medios de comunicación, era usted el cura de la tele…
-Siempre, porque verás: estuve en Ourense nueve años. De allí me mandaron a Madrid. Y allí nació el oficio de medios de comunicación social, y en eso estoy todavía.
-Vamos, que no acabó haciendo los informativos de la Cope de casualidad, tiene alma de periodista.
-Tienes razón.
-¿En el terreno lo espiritual también hay crisis?
-Hay crisis, hay. Crisis de valores y monetaria. Yo era pequeño en el 36, cuando estalló el movimiento. Aquello fue terrible. Una cosa que no me gustaba, sobre todo, era el odio entre los partidos, tampoco me gusta el odio entre las personas. El amor crea cultura, crea civilización, crea felicidad. Pero, donde hay odio, se crea muerte y disensión.
-¿Pasará la crisis?
-Todo pasa, lo decía Heráclito, el gran filósofo griego: Panta Rei. Solo Dios no pasa. «Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta». Es Santa Teresa de Jesús, teóloga y poetisa.
-Y vigente, por lo que veo…
-Sí señor.
-¿Cree que la visita de Benedicto XVI va a tener tanto imán como tuvo Juan Pablo II?
-Personalmente, me parece que no. Juan Pablo II tenía unas cualidades humanas envidiables, era un hombre abierto, un hombre expansivo, un hombre dialogante. Este tiene cualidades, pero no esas cualidades humanas.
LA VOZ DE GALICIA, 31/10/10