O matrimonio de Valga defende que se merque nas prazas
«Se respectas o cliente e o produto, triunfas sempre. Así de fácil». Esta pode ser a receita de éxito que, durante 37 anos, usaron Loli Fuentes e Camilo Limeres no seu posto de venda de peixe na praza de abastos de Padrón, de onde se xubilaron hai preto dun ano. O matrimonio, de 66 e 67 anos, respectivamente, reside no lugar de Cedelo, no concello de Valga, e fala de que «foi media vida» a que botaron traballando en Padrón, onde comezaron por tradición familiar de Camilo. Seu pai e súas túas tías xa vendían na praza e el e Loli tomaron o relevo.
Ao falecer o pai de Camilo, este tivo que axudar á súa muller a despachar no posto, chamado Pescados Loli, ademais de ir a mercar o peixe ás lonxas de Ribeira, Rianxo ou Marín, e de recoller o que un compañeiro lle traía de Vigo. Cando comezaron en 1986, eran tres os postos que había na praza de abastos de Padrón e, cando se xubilaron, so estaba o seu, que agora pasou a unha profesional que foi empregada deles.
«Todo o que temos saíu da venda do peixe; non tivemos outro ingreso», conta Camilo quen engade, non obstante, que nos últimos tempos o negocio non daba para aforrar moito porque «o prezo do peixe triplicouse, para todos», precisa Loli. O seu posto vendía entre 80 e 100 quilogramos de media ao día. «Xa sabíamos que peixe lle gustaba a cada quen e ata o corte que querían», sinala Camilo.
El «estaba rabiando por xubilarse», conta Loli, que recoñece que a ela custoulle facelo. «Eu seguía traballando; se teño que volver mañá para praza, volvo sen problema porque se bota de menos a xente», asegura a veciña de Valga, quen fala de que algunha clienta lle dixo «alá me vai a miña confesora», ao saber que se xubilaba. «¿Sabes o que eu lle quero á xente que viña a comprar?», di Loli.
Como vendedores antes, e agora como clientes, ela e o seu home son firmes defensores de que «se coma peixe das nosas rías e costas, peixe do día que se vende nas prazas e que ten o xeo como único conservante», sinalan. Na súa casa, cómeno tres ou catro días á semana e, a maior parte das veces, mércano na praza de Padrón.
Dende a tranquilidade da xubilación, falan de que «a xente sempre nos respondeu ben», pese a que as condicións da praza non sempre foron as mellores e a pesar de que, di o matrimonio, «loitamos moito por ter melloras nas instalacións. Tiñamos a ilusión de que así fora antes de xubilarnos, pero non foi posible».
A parella amosa o seu agradecemento á clientela fiel que tivo e agora vai gozar da xubilación, entre Valga e o sur de España, onde residen os seus dous fillos e onde, como en Galicia, manteñen a costume de ir aos mercados a mirar os postos de peixe fresco do día e a mercalo.
Alrededor de doscientos profesores de ciencias –principalmente de ESO, pero también algunos de Primaria y universitarios– se dan cita desde hoy y hasta el sábado en Valga para participar en el Congreso de la Asociación de ensinantes de Ciencias de Galicia (Enciga), un colectivo de profesores que tiene como objetivo mejorar la calidad de la enseñanza en las áreas matemático-científico-tecnológicas, principalmente en los niveles educativos no universitarios.
Esta asociación agrupa a enseñantes de toda la comunidad y su congreso tiene el objetivo de impulsar y dinamizar los trabajos de investigación educativa y el intercambio de información entre los participantes. Se desarrollarán, en total, trece talleres y veintiséis comunicaciones en las aulas del IES de Valga y, además, cuatro conferencias en el Auditorio.
La astrofísica e ingeniera principal de sistemas en el Centro Espacial Goddard de la NASA, Begoña Vila Costas, ofrecerá a partir de las 20 horas la ponencia “A exploración espacial: ensinándonos o Universo”. Vila, nacida en Vigo, fue recibida esta mañana, acompañada por representantes de Enciga y del IES de Valga, por el alcalde, José María Bello Maneiro, y la segunda teniente de alcalde, Carmen Gómez en la Casa Consistorial. Firmó en el Libro de Ouro del Concello y recibió, entre otros regalos, un mapa del territorio municipal.
Además de Begoña Vila, también participan como conferenciantes en el congreso de Enciga el físico Xabier Cid Vidal (“CERN: 70 anos de historia e ciencia”); la ingeniera, matemática, doctora e informática Susana Ladra (“Revolucionando a aula: como a intelixencia artificial transforma a educación”); y el presidente de la Fundación Rosalía de Castro, Anxo Angueira (“Rosalía, a ciencia e a modernidade”).
Después de toda una vida en su puesto de churros, Fina cuelga el delantal. Ahora continuará con el legado su nieto Ibai, que ha conseguido transformar el negocio de su abuela. «Sentí un orgullo inmenso cuando mi nieto me dijo que quería seguir con la churrería», confiesa
Fina tiene 67 años y hace pocos días que ya está jubilada. Durante 50 años ha recorrido mercados, ferias y romerías con su puesto de churros. Una vida ambulante que puso en marcha su bisabuelo en 1842. Ahora, su nieto Ibai se convierte oficialmente en la quinta generación al frente del negocio, ya que hace un año lo transformó y abrió las puertas del local que lleva la esencia de su abuela y de su tatarabuelo: La Quinta.
A pesar de haber iniciado su jubilación, a Fina todavía «le pica» seguir vigilando que vaya todo bien y poder echar una mano. «Es que son tantos años seguidos que se me hace raro», confiesa. Pero está tan contenta que no deja de sonreír y recuerda el momento en el que su nieto le dio la noticia de que Churrería Fina no moriría. «Para mí fue una sorpresa muy grande. Sí que es verdad que venía conmigo a la feria a trabajar y a hacer las masas, pero yo nunca me imaginé que iba a poner el local que puso», explica. Y además en un sitio fijo en plena capital gallega. «Trabajábamos por toda la zona de Vigo, Redondela, Tui, Porriño… Íbamos hasta a la feria de Arteixo. Que mi nieto trajese la churrería para Santiago, que es la capital, fue un orgullo inmenso», afirma.
Su vida no fue fácil, porque tuvo un trabajo muy sacrificado en el que no podía hacer planes ni preocuparse por la hora. «Es una vida muy dura. Te tiene que gustar muchísimo todo el mundo de la feria. A mí me gustaba mi trabajo. Yo hacía una masa para los churros y decía: ‘Bueno, pues tengo un gimnasio’ y cuando los freía pensaba: ‘Pues también tengo sauna e hidratación para la piel’. Iba haciendo del trabajo una alegría para llevarlo mejor», indica.
Madrugones y viajes en coche que incluían montar y desmontar un puesto para que su clientela pudiese disfrutar de unos churros recién hechos. «Me levantaba todos los días a las cinco de la mañana y a las seis salía de casa, pero no volvía hasta las diez de la noche. Los días de invierno llovía y te mojabas. Nos quedábamos con la mojadura, pero teníamos que ir, porque siempre había alguien que quería unos churros», detalla. Su agenda también se veía modificada por el trabajo. «Fíjate, cuando mis hijos se casaron, hicimos la boda en un día festivo por no perder el sábado y el domingo de atender a nuestra clientela. Amoldamos nuestra vida al negocio», confiesa.
«No me imaginaba mis churros con Kinder»
En cuanto Ibai abrió el local, ella acudió sin dudar para aportar la experiencia que ha recolectado durante tantos años en su puesto. «En la cocina estuve enseñando y dando consejos. Mi nieto me llamó y me pidió que le echara una mano porque quería tenerme ahí para contribuir con mi experiencia», cuenta. Aun así, no se imaginaba que sus famosos churros podrían convertirse enpiruletas y corazones o estar bañados en salsa de Kinder o rellenos de dulce de leche. «Por supuesto que no lo imaginaba. Y eso lo hizo mi nieto y por eso digo que para mí es muy importante que él le pusiera tanta pasión a esto, porque nosotros hacíamos lo básico siempre, churros y poco más. Como mucho con un poquito de chocolate», puntualiza.
¿Y cuál es el secreto de unos buenos churros? «Creo que la clave es que te guste hacerlos, porque día a día mejoras la receta aunque ya la sepas. Y hablar con el cliente todos los días porque vas aprendiendo todavía más. Después siempre hay algún secreto que no se puede contar. Pero bueno, el resumen es tener ganas, hacer un buen amasado y tener un buen aceite y una buena harina. De ahí te sale un buen churro», admite.
Mientras Fina no le quita el ojo a su nieto con su sonrisa intacta, Ibai explica los inicios del proyecto. «Hace dos años falleció mi abuelo y decidí ir a echarle una mano porque estaba un poco sola. Además a mi abuela ya le costaba ir a las ferias porque son duras y que duran todo el día. Ten en cuenta que sales de casa a las seis de la mañana, coges el coche y no vuelves hasta que dan las diez de la noche. Yo también estaba pasando por un momento de mi vida un poco de transición y venía de otros trabajos. Sobre la marcha se me fue ocurriendo una idea que ya mi padre pensó en su día y que el resto de la familia tenía ahí un poco en un vaivén. Al final los astros se alinearon, por así decirlo, y abrimos el local», cuenta.
Porque Ibai, a pesar de ser gallego, se marchó de Galicia cuando era pequeño. «En Madrid estuve estudiando, pero en Marruecos pasé toda mi infancia. En cuanto me deshice de la empresa que tenía allí, justo pasó lo de mi abuelo y acabé volviendo para aquí. Mientras le ayudaba ya tenía la intención de ver por dónde podíamos tirar y por dónde podíamos reconstruir el negocio», afirma. Escoger el nombre tampoco fue sencillo porque tenía que reflejar que continuaba el legado. «Todos los churreros que tú te encuentres por la provincia y alrededores suelen ser familia de mi abuela. Tuvimos la idea de ponerle Churrería Fina para continuar, pero decidimos buscar un nombre un poco más simbólico, que leyéndolo con un pequeño matiz que tienes la gente lo entendiese», cuenta.
«Mi abuela es exigente»
Y así nació La Quinta. «El tema de la empresa fue algo que me encantó desde siempre. Antes de esto tuve una empresa propia y nos dedicábamos al mundo de la construcción, que también me atrae mucho. En mi casa el negocio ambulante siempre se vio como algo muy duro, en el que a la mínima si tenías la opción de estudiar, estudiabas. Pero al final en mi caso acabó tirando también la tradición familiar. Me daba pena que se quedara sin continuidad después de tantas generaciones y de tantos años de trabajo. Finalmente encontramos la manera de darle una vuelta y de reconvertirlo, por decirlo de alguna manera», confiesa. Además tuvo claro desde el principio que se lo tomaría en serio. «No queríamos que fuese solamente una marca, de montar el local y olvidarnos, sino que detrás de la marca, seguir trabajándola y poner el mismo empeño que se ponía en el puesto de la churrería desde siempre», afirma.
Ibai es igual de perfeccionista que su abuela. «Mi abuela aquí no lo es, pero en su negocio lo fue mucho», confiesa. «Aquí, porque él es el dueño, pero en el mío sí», le replica ella. Pero a todo se le saca el lado positivo. «Yo pienso que serlo es algo bueno. Aunque mucha gente siempre te suelta el comentario de que los churros solo son harina, agua y sal, es algo mucho más complejo de lo que se piensa. Al ser algo artesano, requiere que seas siempre perfecto y constante. Nosotros aquí lo que intentamos es que tú vengas un día, te comas un churro, y al cabo de tres meses vuelvas y te comas otra vez el mismo churro sin ninguna variante. Eso es muy difícil de conseguir», explica él.
Además de querer todo perfecto, a la familia también les caracteriza el don de gentes. «Estar de cara al público siempre nos gustó mucho, así que ya estamos acostumbrados. Si ibas a la feria tenías que ser bueno con la clientela, no te quedaba otra. Entonces, esa parte fue lo que menos costó. Y como en la familia siempre hubo la costumbre de que los fines de semana se trabajaba, no cambia nada de que aquí también se haga», detalla Ibai.
Su primo Borja —que también es nieto de Fina— aporta su granito de arena en los fogones. «Mi primo Borja está de cocinero. Estuvo desde el principio aquí conmigo echándome una mano. Fue aprendiendo poco a poco y ya se quedó. Como sigue estudiando en la universidad, compagina los estudios con esto para sacarse un extra», indica. «Ver lo jóvenes que son y que tengan esas ganas de trabajar y de luchar es lo que me llena, porque pienso que todo lo que hemos hecho con nuestro negocio tuvo su fruto y no se quedó ahí. Ahora continúa», indica Fina.
¿Y ahora qué hará con tanto tiempo libre? «Me gusta viajar, lo que pasa es que por mi trabajo no podía. Ni tampoco podía tener esos fines de semana para descansar. Los domingos trabajaba siempre en la parte sur de Galicia, aunque nos movíamos por otras zonas para fiestas y romerías. El otro día fui al mercado a Padrón y me di cuenta de que llevaba 40 y pico años sin ir de paseo. Ya no me acordaba de lo que era aquello», confiesa. Por su parte, le deja caer a sus nietos —que son tres en total— que deberían pagarle un viaje. «A ver, yo creo que entre todos no es tanto… Le toca poner poquito a cada uno, ¡eh!», exclama Fina «¿Tú qué prefieres, playa o montaña?», le pregunto. «¡Playa, playa!», responde efusivamente. «¿Punta Cana?», le propongo. «¡Por ejemplo!», contesta mirando a su nieto. «Algo se hará. Hay que agradecer también todo el esfuerzo», afirma Ibai. Lo que no cabe duda es que a esta abuela se le cae la baba.
El Concello de Pontecesures está llevando a cabo tareas de mantenimiento de este parque para su puesta a punto con la reposición de columpios y otros elementos afectados y la reparación de los desperfectos que presentaba el caucho. Por otra parte, el Servizo Municipal de Obras, aprovechando las obras de las aceras de la N-550, ha iniciado la sustitución de 120 metros de tuberías de abastecimiento de agua en una zona de la Avda. de Vigo, que genera constantes averías.
La diputada socialista Paloma Castro presentará una proposición no de ley en la Comisión de Educación que se celebra esta tarde en el Parlamento de Galicia para reclamar a la Xunta que incorpore al Bachillerato Artístico (en la rama musical) a la oferta educativa del IES de Valga.
Los socialistas recriminan a la Xunta que, pese a que la dirección del instituto envió esta propuesta, la Consellería de Educación no emitió ningún informe ni contestó al equipo directivo. “Valga conta cunha banda municipal de música de amplo recoñecemento e que forma a estudantes de idades diversas. Conta, ademais, co que en 2019 se converteu no terceiro conservatorio superior de música de Galicia (despois de Vigo e A Coruña) e onde se imparten as especialidades de composición, xestión de eventos e musicoloxía, composición, interpretación pedagoxía e dirección ademais de música popular e moderna”, destaca el PSOE, que insta a la Xunta a considerar la propuesta.
Mejorar las aceras, reordenar aparcamientos e instalar pasos de peatones y semáforos son algunas de las propuestas trasladadas durante una reunión en Madrid
La alcaldesa de Pontecesures, Maite Tocino (BNG) se reunió este jueves en Madrid con el Director General de Carreteras para exponer las carencias que presenta la N-500 a su paso por esta localidad pontevedresa y, sobre todo, para reclamar la adopción de medidas que corrijan dichos problemas cuanto antes.
El principal asunto que preocupa al gobierno local son las aceras. Señala la regidora que estas se encuentran muy deterioradas, rotas en algunos puntos. Y que en otros lugares son utilizadas como aparcamiento, lo que obliga a los peatones a bajar a la calzada para poder avanzar. En ese sentido, el Concello urge la reforma de dichas aceras y «que se garanta a accesibilidade peonil reorganizando os aparcamentos». Al respecto de esta cuestión «a resposta foi moi positiva. De feito, xa teñen previsto actuar no tramo entre José Novo e a Avenida de Vigo», en el entorno inmediato a la casa consistorial.
Desde el Concello se trasladó también la necesidad de mejorar la accesibilidad al lado Este de la carretera, donde se encuentra el centro de salud, los colegios, la biblioteca… Para ello se plantean dos posibilidades: instalar un ascensor en la pasarela que cruza la N-550 o bien crear un sendero que rebaje la pendiente del talud situado frente a la casa consistorial.
Por último, durante la reunión celebrada en Madrid se pusieron sobre la mesa las reclamaciones de los vecinos y vecinas de la zona de O Redondo, que demandan desde hace tiempo pasos peatonales, semáforos y paradas de bus escolar en el tramo que discurre entre la plaza de Pontevedra y el límite con el Ayuntamiento de Valga.