La banda serbia se valía de la AP-9 para ejecutar sus golpes y escapar.
El hecho de que estuviesen dispersos, además, les permitía pasar desapercibidos a las fuerzas del orden
Los arrestados vivían en poblaciones próximas a accesos a la autopista, lo que les garantizaba gran movilidad
Nada más conocerse el arresto el pasado miércoles de cinco súbditos serbios por más de una treintena de butrones en naves industriales, la Guardia Civil ya destacó que se trataba de unas personas «con una gran movilidad, ya que, además de desplazarse constantemente para cometer los robos, podían cometer varios actos delictivos en una misma noche o zona». El secreto de esta gran movilidad parece encontrarse en la AP-9. Y es que la autopista les permitía desplazarse en un relativo corto espacio de tiempo hasta las proximidades de sus objetivos, ejecutar el golpe y, como se suele decir, poner pies en polvorosa para retornar a sus bases de operaciones.
Además, se da la circunstancia de que los cinco arrestados (dos en Santiago, otros tantos en Bertamiráns y un quinto en Ferrol) tenían fijada su residencia en puntos que están muy próximos a la citada AP-9.
Por otra parte, esta dispersión geográfica de los detenidos tendría, también su razón de ser. Con esta forma de actuar, los serbios trataban de pasar desapercibidos y que las miradas de las fuerzas del orden se posasen sobre sus personas. A este objetivo también contribuía el hecho de que llevaban una vida tranquila y, en algunos casos, con trabajos que les ayudaban en su supuesta doble vida.
Así, B.J., de 34 años, trabajaba de camarero en una cafetería compostelana, mientras que B.A., de 35 y a quien la Guardia Civil señala como el líder de la organización, era socio de una empresa de Pontecesures. Por su parte, D.M., de 38, estaba domiciliado en el barrio ferrolano de Ultramar.
Con dos perritos
Su presencia no ofrecía sospecha alguna y pasaba desapercibido como otros extranjeros que viven en el barrio. De hecho, vivía solo, aunque acompañado por dos perritos. Durante el registro los agentes del Equipo contra el Crimen Organizado (ECO) no encontraron, aparentemente, nada de interés para la investigación, si bien se llevaron algunas cosas.
En su caso concreto, la jueza de Caldas que instruye la causa solicitó la colaboración de su homólogo de guardia, por medio de un exhorto, para proceder al arresto. De este modo, sobre las diez y media de la mañana, funcionarios de paisano adscritos al ECO con sede en Pontevedra cayeron sobre el sospechoso cuando salía a la calle y lo detuvieron. Ese mismo día se procedió al registro de la vivienda.
Las sospechas de la Guardia Civil apuntan en la dirección de que los cinco supuestos butroneros mantenían poco contacto físico y en la mayoría de ocasiones esto se producía cuando se reunían de madrugada en algún punto de Galicia para consumar sus asaltos. Se trataba de robos muy planificados en la que la banda, al parecer, ponía en valor el adiestramiento militar de alguno de sus integrantes junto con los conocimientos para eludir los sistemas de alarma de otros.
LA VOZ DE GALICIA, 20/10/08
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