Pontecesures brinda por sus 90 años.
El Concello celebra su independencia de Valga con un homenaje a sus vecinos más veteranos
A María Luísa nunca le gustó el agua. Solo con pronunciar la palabra, en su rostro se compone un gesto de desagrado. «Bebo unha pouca ao día, para tomar as pastillas», dice mientras sostiene en alto la copa de champán con la que, unos minutos antes, brindaba por los noventa años del Concello de Pontecesures. Ella puede presumir, y lo hace, de tener más edad que el municipio: en el mes de abril sopló las 94 velas. Pero como asegura que está «moi ben de aquí» -cuando habla se señala la cabeza- y que se acuerda «de todo», a ella le pedimos que nos cuente cómo era Pontecesures en aquellos tiempos en los que empezaba a andar sola. Su descripción nos remite a aquella villa bulliciosa de la que tanto se ha hablado estos días en la localidad. «Había máis comercio e dous cines, a un chamábanlle pequerrecho. E tamén había un baile, o do Norte. Pasaban bandexas con empanadas e, de postre, natillas ou biscoito».
La concejala de Cultura de la localidad, Maite Tocino (BNG) quiere aprovechar el caudal de recuerdos de, quienes como María Luisa, son la «historia viva» de Pontecesures. Para fijar la memoria colectiva del pueblo tiene el nuevo gobierno muchas ideas, pero hay que darles tiempo para que cuajen. Quedémonos, de momento, con los actos que ayer se celebraron en el consistorio. Unos actos a los que asistieron los vecinos nacidos antes de 1925 o durante el año de la independencia. «Os nosos veteranos», los llamaba la alcaldesa nacionalista Cecilia Tarela. Ella fue la encargada de recordar como «o 9 de outubro de 1925, un grupo de homes principais decidiron independizar Pontecesures de Valga». Lo decidieron, señaló la alcaldesa, «por motivos económicos», hartos de aportar mucho a las arcas de un Ayuntamiento que no les devolvía lo suficiente. Quiso rendir un homenaje especial Tarela a Asunción Calvo, una mujer que formó parte de la primera corporación cesureña, demostrando ser «moi moderna para o seu tempo».
Claro que Pontecesures era, entonces, una cápsula de modernidad a las orillas del Ulla. Era así, reconoció la alcaldesa, gracias a hombres como Eugenio Escuredo, Ramón Diéguez, Carlos Maside, Víctor García… Y gracias, también, a mujeres como Oria Moreno. Todos ellos llevaron «o nome desta vila por todo o mundo» alumbrando proyectos como el de la Cerámica Celta, «a primeira universidade de artes plásticas que houbo en Galicia». O a las ferias del automóvil de ocasión. «A primeira celebrouse no ano 1925 e trouxo a esta vila a máis de dez mil persoas, unha cantidade imposible de imaxinar mesmo nestes tempos».
Agradecimientos
Para recordar aquellas ferias, el Club gallego de automóviles antiguos acudió ayer a la localidad con un buen puñado de las joyas sobre ruedas que poseen sus socios. Para esa entidad tuvo la alcaldesa palabras de agradecimiento, igual que para el colectivo Mirándolle os dentes, que ha hecho «un gran traballo para fixar todo o patrimonio das feiras disperso por casas e entidades».
Pero el Concello tuvo, sobre todo, un agradecimiento enorme para todos los vecinos que, con su trabajo anónimo o con su presencia en la corporación, «contribuíron a que Pontecesures sexa o que hoxe é». A todos ellos, a los veteranos y a los munícipes, se les entregó ayer una insignia. Una joya sencilla que muchos acariciaban, al finalizar el acto, como si se tratase de un auténtico tesoro.
La Voz de Galicia
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