Olimpiada galaica a orillas del río Ulla.
Las chicas dieron un verdadero recital en una disputadísima final de Tugasorra bajo un sol de justicia.
Por décimo año, las aldeas de Valga se enfrentaron con soga, balón, zancos e incluso vaquillas en la playa fluvial de Vilarello en la Festa da Xuventude
Cuando las mentes pensantes se proponen movilizar a la mocedad suelen salir a relucir redes sociales, trebellos tecnológicos de última generación, orquestadas, botellones, conciertos de espinilla fácil y otras lindezas por el estilo. Por eso, que en Valga triunfe por todo lo alto desde hace diez años una Festa da Xuventude basada en los deportes más o menos populares, aderezados por una buena capea de vaquillas, se antoja milagroso. Y sin embargo, así es. Ayer, la celebración con la que los valgueses reciben el verano congregó en la playa fluvial de Vilarello, bajo un sol de justicia, a un público que se contaba por centenares de personas y fue creciendo a medida que el sol daba un respiro. Hasta un ruedo permanente se ha instalado allí, a orillas del Ulla, convenciendo al veterano alcalde José María Bello Maneiro de la conveniencia de construir unas señoras gradas de granito. Se trataba de asistir a las finales de las seis especialidades con las que las aldeas del municipio arousano se miden entre ellas por el disputado título de campeón absoluto del concello, tanto en categoría masculina como en división femenina. Bueno, por eso y por los 200 euros con los que la organización premia a los equipos ganadores en cada una de las modalidades: Turrasoga, Carreira de Zancos, Brilé, Mundialito de Fútbol, Xiraei y una mítica disciplina bautizada como Body Sponxa.
Algún que otro memorioso pero despistado individuo se paseaba por el corredor exterior del ruedo preguntando al personal la hora a la que comenzaría el campeonato de lanzamiento de legoña. «Iso aquí non é, home», le respondieron en un par de ocasiones. Cierto. En realidad, aquel viril deporte formaba parte de la Festa das Letras Galegas alternativa que el BNG convocaba hace años en el Campo Vello de Baño.
Lanzar el sacho a 35 metros
La verdad es que resulta una pena que una práctica espectacular como pocas se pierda en el olvido. Un chaval de Rois fue capaz, en aquellas jornadas de Baño, de enviar el sacho a 35 metros de distancia. Todo un campeón mundial en la especialidad. Ahí queda la idea, por si alguien la recoge. La idea, no la legoña.
En todo caso, las pruebas incluidas en la Olimpiada das Aldeas tienen gancho y poderío. Son, eso sí, competiciones colectivas. Ver a cuatro rubicundos mozos turrando de la soga a treinta y tantos grados le hacía sudar a uno hasta el forro de los pantalones. En categoría masculina, la final no tuvo color. La tropa de Igrexa batió a la de Casal de Eirigo estilo Tyson. Con dos tirones y sin dar tiempo al respetable a acomodarse en la grada.
En la modalidad femenina la cosa estuvo bastante más disputada. Se acabaron imponiendo las chavalas de O Sixto pese a que sus contrincantes plantaron cara.
¿Quién se acuerda del brilé?
Pero, qué quieren que les diga. Ante el brilé, que se quite lo demás. Incluso ese Mundialito de tres contra tres que, cuando son hombres quienes se visten de corto, inevitablemente acaba en discusión sobre el arbitraje, es capaz de superar el glamur de aquel juego a pelotazos que concluye cuando todos tus rivales pasan a la retaguardia. ¿Quién, de entre los discípulos de la vieja EGB, no se ha encontrado con un profesor de gimnasia dispuesto a cambiar la clásica pachanga futbolera por las dulces mieles del brilé? En chicas ganó Campaña, que además fue la aldea campeona femenina absoluta. En cuanto a ellos, el preciado título fue a parar este año a Vilarello, que por algo jugaba en casa.
Sandokán sobre el becerro
Tras espectáculo propio, el lucimiento de raíces ajenas. La olimpiada culminó con una capea precedida por el paseíllo de una tonadillera barbuda enjaulada y llevada a hombros por un heterogéneo grupo de costaleros. Es fácil imaginar a quién iba dedicado el corrillo. Pero las ágiles chanzas del speaker se tornaron puro asombro en cuanto el primer becerro de la tarde saltó a la arena. «Carallo coa vaquilla». Le salió del alma. Buen tamaño, cabreo salmantino y cuernos afilados. Los recortadores, profesionales, recordaron por momentos aquel brinco televisivo de Sandokán junto al tigre. Y Luisiño, aunque se hizo de rogar, fue el primer diestro del país en atreverse a dar unos capotazos. ¿Cómo no volver el año que viene?
CR?NICA festa da xuventude en la playa fluvial de vilarello
El paseíllo de una tonadillera barbuda y enjaulada dio paso a la capea.
La Voz de Galicia
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